Ya han pasado 10 años desde que los monos más evolucionados en la escala genética, gracias a un virus, y empaquetados por los hombres han conseguido escapar luchado contra los humanos en el puente de San Francisco. Durante este período, la raza humana fue casi aniquilada por el mismo virus que ha demostrado no ser mortal para ellos, sale vivo solo un pequeño porcentaje de la población humana, naturalmente inmunes. Los monos capitaneados por César, se van hacia el bosque, han creado sus ciudades donde viven en paz, cazan y recolectan con la absoluta convicción de que los hombres ya no existen.
La reunión entre las dos razas tiene lugar en el mismo bosque porque los hombres buscan tener acceso a una presa para recuperar la electricidad cerca del pueblo donde habitan los monos, cada bando tiene una división entre los que quieren la guerra y los que creen que pueden vivir en paz.
Es fascinante como la película pasa a través de diferentes géneros, empezando por alguna de las escenas típicas del cine de pandemias, qué reino en la década de los 2000, para atreverse a sugerir escenas post apocalípticas con ciudades devoradas por la vegetación también típicas de este tipo de películas. El himno de la película es muy enérgico y apasionado tanto los primeros planos como los resúmenes posteriores.
Esta vez al timón de la película está Matt Reeves, y la diferencia se nota. Si bien se mantienen hasta cierto punto las partes narrativas con un estilo simple y directo, en el que todo lo que se necesita saber se nos comunica a través de los diálogos, la aventura de César y su difícil relación tanto con los seres humanos como con su especie se cuentan con la mirada de César para construir una historia fascinante. En realidad, en esta película no se innova desde el punto de vista narrativo, pero sí en la forma en la que juega mezclando géneros y mirando siempre a su protagonista a la cara, alejándose y volviéndose hacia a él, es la mejor forma de hacer de ese tipo de películas atractivas.